LA
SAMPARONA* EN EL RIO TABLACHACA
* SAMPARONA,
es una palabra que se forma con las sílabas iniciales del nombre
completo de SAMANTA PATRICIA RODRIGUEZ NAVAS.
I
EL
ROMANCE DEL SHIHUANCO Y LA SAMPARONA
Samanta Patricia Rojas
Navas, había nacido en Mollepata, si bien sus padres no eran precisamente del
pueblo, hacía años que se habían instalado allí, fue el lugar donde echaron
raíces y nacieron sus cinco hijas. Samanta, a sus veinte años, se dedicaba al
pastoreo de cabras orejonas por las laderas de Palacios, llena de inocencia e
ingenuidad, cantando lejanos yaravíes aprendidos de sus padres, y en la soledad
de conteo sin fin de las cabezas de cabras, conoció a un shamunque, de nombre
Nemesio
Nemesio, era un sacador de
unos 35 años, quien desde niño aprendió el oficio acompañando a su padre, años
antes trabajaba por Corongo, Sihuas, Pomabamba, pero como en cada lugar tenía
por lo menos un hijo no firmado, ya no resultaba rentable trabajar en aquellas
zonas, por lo que incursionó para este lado de La Libertad , donde no era
conocido y se presentaba como mansa paloma, aparentando ser trabajador y
responsable. Aprovechando las interminables horas de pastoreo de Samanta, se
ponía a conversar con ella, le invitaba su fiambre, Samanta retribuía tal
atención y así poco a poco, fue seduciendo a Samanta a quien le ofreció el oro
y el moro.
II
EL ORIGEN
DE LA SAMPARONA
En una de las tantas
conversaciones, Nemesio preguntó por el nombre completo de Samanta, ante lo
cual, ella orgullosa y oronda le dijo llamarse: Samanta Patricia Rodríguez
Navas, Nemesio apunto el nombre en el suelo y luego fue formando una quinta
palabra, la cual finalmente quedó como samparona, Le explicó en términos
poéticos, que había varias formas de formar contracciones con los nombres y dar
origen a un nuevo nombre, como en este caso había buscado la forma mas
sofisticada y tomando la primera sílaba de cada nombre y apellido, resultaba el
nombre de samparona. Aunque a Patricia le sonaba un nombre fuerte y feo,
terminó aceptando las explicaciones de Nemesio y se quedó con dicho nombre. En
adelante, ella misma hizo suyo tal nombre y decía llamarse Samparona,
explicando luego el origen de ello.
A las conversaciones
prolongadas sucedieron los abrazos, a éstos las caricias y luego vendrían los
besos y así siguió avanzando el nuevo romance de Samanta y Nemesio. Sin
embargo, tantas veces el cántaro al agua hasta que sale sin orejas. Y el dicho
se cumplió, un día, la buena Samparona apareció con el domingo 7, para entonces
el shamunque Nemesio ya no estaba, con su quipe amarrado en la cabeza, conteniendo
la plata para las reces y una buena porción de fiambre, desapareció por el
mismo lugar que llegó.
III
EL
ABANDONO DE LA SAMPARONA CON
SU HIJO
Cuando los padres de
Samanta se dieron cuenta que la barriga se hinchaba, que el rostro se manchaba,
que habían vómitos y náuseas, pensaron que se había embarazado del arco iris,
no había otra explicación, ella salía temprano a las laderas arriando sus
cabras y volvía cuando el sol había divisado, no tenía amigos, no conversaba
con nadie y por ese tiempo invernal, los arcos iris aparecían cada dos o tres
días.
Solo al quinto mes de
embarazo, samparona se acercó a su madre y le contó todo lo que había sucedido
con el shamunque, no obvio ni un solo detalle, la señora, la escuchó con
tranquilidad, no interrumpió el discurso hasta cuando samparona le dijo: Sé que
les he defraudado a ti y a mi papá, sé que mi hijo será una carga, pero no se
preocupen mamá, el viernes me voy para Angasmarca y de allí me voy en la
góndola a Chiclín, allí voy a trabajar en los cañaverales para mantenernos mi
hijo y yo. Ya todo está pensado, mi hermana menor puedes pastar las cabras, yo
a su edad lo hacía muy bien. Así será mi destino, no te preocupes que yo te voy
a escribir mensual y según como me va te mandaré alguna cosita de la costa.
La madre de Samparona,
suspiró y le respondió: Hija tu naciste cuando yo tenía 17 años y tu padre 18,
me dolió que mis padres que nunca me aconsejaron me botarán de la casa y me
dijeran que no lleve sus apellidos, que era una cualquiera y lo que es peor me
maldijeron. No hija, tú no me has decepcionado, haz hecho lo que has creído
correcto y el desgraciado del shamunque te ha abandonado, pero yo soy tu madre
y no te voy hacer lo que a mi me hicieron; hasta el día de hoy tus abuelos no
te conocen ni tú conoces a ellos, precisamente por eso es que hace veinte años,
la edad que tú tienes, que nos instalamos aquí. Ni tu padre ni yo estamos
dispuestos a perderte a ti ni a nuestro primer nieto, hicimos un juramento de comprender
y ayudar a nuestros hijos, les pase lo que les pase. Tú no has hecho nada malo,
por el contrario, vas a regalarnos un nieto o nieta que tanto lo necesitamos,
seremos abuelos jóvenes. Si es mujercita se llamara Jacinta como mi madre, que
vendría a ser su bisabuela y si es varoncito se llamara Waymi, como tu padre,
que vendría a ser su abuelo, así, él lo querrá mucho mas, por que no solo
llevará su sangre, sino que llevará su nombre. No te preocupes hija, cuentas
con mi apoyo y con el apoyo de tu padre, ya hablaremos con tus hermanas, la
flacucha que es tan cariñosa será la madrina de la criatura, todos lo vamos a
cuidar y será uno mas de la familia. Si el padre del niño no regresa, no tengas
pena hija, nadie se ha muerto con una criatura, mas aún, los niños nacen con su
pan en la mano y su pañal en el sobaco. Solo te voy a pedir, que mientras crece
un poco mas tu barriga, una luna mas vayas a pastear pero con la flacucha, para que aprenda bien a
cuidar los animales y converse con la criatura de tu vientre.
Tus hermanas menores van a
tejer sus ropones, sus medias, su gorra y cuando nazca ya va a tener su tarima
que tu papá lo va hacer, yo me voy a encargar de sus pañales, punta y faja para
que esté bien envuelto.
Samparona aceptó la
seguridad que le ofrecía su madre a la incertidumbre de ir a Chiclín a buscar
trabajo estando con barriga. Los hechos se dieron tal y como la mamá ofreció.
La barriga seguía creciendo imparable, pero puntiaguda, todo el mundo decía
será varoncito, lo que llenaba de orgullo a Waymi, al saber que por fin vendría
un niño a casa. Del padre no hubo noticias.
Finalmente nació el niño, es
decir nació Waymi, es cierto que tenía todo, pero era insuficiente, samparona
no superaba el abandono del shamunque, pensaba que al amanecer llegaría Nemesio
trayendo alforjas con leche, azúcar, galletas, talco, ropones, jabones y todo
lo que se necesita para criar a un niño, pero nunca llegó, lo que angustiaba a
la pobre madre, además tenía que estar a expensas de lo que sus padres le
dieran y no le parecía correcto.
IV
Samparona para poder
ofrecerle a su hijo lo que las jóvenes de su época les daban, se dedicó a
amasar, especialmente dulces, como bizcochos, hojarascas, basitas, rosquetes y
para ello era necesario calentar el horno con leña de espino, que solo se
conseguía en las riveras del río Tablachaca, sobre todo en Chucushbal.
Al haber ya parado cabeza Waymi,
samparona decidió ir a Chucushbal a recoger leña. Buscó cuatro burros para
traer la leña, arregló el avío y los pañales del niño y enrumbó cuesta abajo.
Una vez en el río, se instaló en la Quebrada
Seca que baja de Targuibal, apeó el avio, desaperó los
animales, arregló las cosas debajo de una inmensa piedra que formaba una cueva
a unos escasos metros de la corriente del río y escogió el lugar donde cortaría
la leña. Arregló a Waymi en la sombra de unas tunas para ir mirándolo mientras
trozaba los espinos.
Gruesos espinos se erguían
imponentes en la chacra del murciélago, estaban secos desde la raíz, dicen que
tanto enraizar habían chocado con piedras y por eso se secaron, nadie los hacía
caso, por que son muy duros para cortarlo y tardan para prender, además las
grandes y puntiagudas espinas que tienen son inconosas, por lo que no son muy
queridos.
Samparona, juntó boñiga y
la prendió para ahuyentar a los mosquitos
que acoquinan a los forasteros, para que no molesten al niño Waymi,
luego se dirigió al espino mas grande y grueso para iniciar la faena de cortar
la leña; como quiera que el hacha tuviera haba y las maderas de espino estaban
muy secas y duras, no se podía avanzar mucho, razón por la cual no completó la
carga ese día y cuando divisó el sol, junto a Waymi, tuvo que dirigirse a la cueva
a las orillas del río, para quedarse hasta el día siguiente en que completaría
la carga y retornaría cuesta arriba hasta Mollepata.
Para que los animales no
se regresarán a su querencia, hizo estacas y cerca de su estancia ató a los
animales a éstas, sin embargo, ocurrió que a eso de las 11 de la noche, uno de
los burros arranca la estaca y al haberse enredado con los espinos, empieza
hacer bulla, y siendo burros alquilados había que cuidarlos por lo que Samparona
das das camina hasta donde el jumento para desenredarlo, siendo tal el apremio
de desliar al jumento que deja dormido al niño dentro de la cueva.
V
LA PÉRDIDA
DEL NIÑO
Mientras samparona
desliaba al burro, el niño despertó y al tantear y no encontrar a su madre,
gatea y llega hasta el río, ingresa a la
corriente siendo arrastrado por las aguas y desapareciendo en el acto.
Samparona al regresar a la
cueva y no encontrar a Waymi, en un primer momento pensó que su madre la había
echado de menos y fue a verla y al ubicar al niño lo tenía en brazos, por ello
no estaba en su lugar la criatura y eso mismo explicaba por que el perro no
había ladrado. Empezó a gritar Mamaaaaaaaaa, Mamaaaaaaaaaa, pero nadie le
respondía.
Cuando en eso le dio una
fuerte punzada en el pecho y solo allí tomó conciencia de la desgracia a la que
se enfrentaba; el niño no podía haberse desplazado solo, el perro no podía
hacerle daño, los pumas y zorros que hay por esos lugares no atacan niños, los
duendes asustan pero no llevan, la única explicación posible era que la
corriente de las aguas las hayan arrastrado.
En la lúgubre oscuridad de
la noche, empezó a recorrer la accidentada playa del río Tablachaca, con una
vara de espino en la mano, se fue caminando aguas abajo, en la parte de San
Gregorio donde el río está pegado a la peña, se metió al caudal, iba gritando
“Wuaymy, Wayme, Wayme”, así avanzó hasta el encuentro con el rio Angasmarca,
nada había, los gritos eran mas menudos, a esas alturas ya no pensaba si el
niño podría contestarle o no, tampoco razonaba si a esas alturas el niño se
mantendría vivo, simplemente gritaba “Waymy, Waymy, Waymycha…”
Avanzó hasta Sacaycacha,
pero al no encontrar al niño, regresó como un rayo hasta Chucushbal, se le
ocurrió que el niño, de puro juguetón se había escondido detrás de las rocas y
ella por desesperada no lo buscó con calma. Revisó todas las piedras, las
covachas y recodos del fundo, pero nada de encontrar al niño, entonces se le
ocurrió que el niño estaba escondido dentro de las aguas y había que esperar
que asome para ingresar al río y sacarlo.
Allí amaneció y pasó todo
el día, esperando que el niño asome por las aguas, pero eso no ocurrió, los
pollinos seguían atados a sus estacas, el perro estaba echado junto a la carona
donde había descansado el niño.
La madre de Samparona, al
no saber que responder a los dueños de los burros, el tercer día decidió ir a
Chucushbal para averiguar que pasaba, al llegar, el cuadro era de tristeza, Samparona
estaba sentada en una piedra grande desde donde salían las cuerdas de fierro de
lo que otrora fuera un puente colgante, estaba despeinada, demacrada, sus ojos
hinchados y enrojecidos, se le veía mugrosa y con sus ropas raídas a
consecuencia de la búsqueda de la primera noche; el perro se acercó moviendo la
cola, se echó en los pies de la mamá de Samparona y empezó a aullar.
Samparona, Samparona, qué
te pasa, donde está tu hijo:
“Waymy, Waymy, Waymy,
Waymycha…” Samparona reparaba el remolino que formaba la corriente y seguía
repitiendo incansablemente “Waymy, Waymy ………………..
Con gran esfuerzo la madre
de Samparona logró subir la piedra y abrazó a su hija, la acarició, pasó sus
dedos por los desgreñados cabellos, pero Samparona, no sentía, no reaccionaba,
continuaba con la mirada fija en el remolino. La madre abrazó fuertemente a su
hija, le samaqueó los hombros, pero Samparona
parecía una estatua, estaba fría y endurecida.
Quiso jalarla a rastras,
pero parecía que estuviera adherida a la piedra, no reconocía, no entendía,
estaba muerta viva,
Waymy, Waymy. Waymy,
Waymycha……….
La madre se sintió
impotente, lanzó un alarido con todas sus fuerzas, pero solo el eco del Uripi y
del Irriñida le contestaron, no había ni un alma,
Samparona, mujer, qué pasa
Dime que te pasa
Hija de mi alma,
reacciona, háblame por favor.
Samparona se irguió como
un esqueleto humano bañado en cera, sus ropas estaban flojas, dio un salto de
frente al remolino. Waymy, Waymy, Waymy, Waymycha ……..
La madre le llamaba
desesperadamente, pero poco a poco, Samparona se iba sumergiendo en el
remolino, que como una máquina daba vueltas sin cesar.
El remolino lo tragó a Samparona,
de rato en rato aparecían sus cabellos para luego desaparecer.
Era la madre quien ahora
estaba en lo alto de la piedra del puente colgante, los burros amarrados
rebuznaban de sed y el perro seguía aullando en lo bajo de la piedra. Cuando
vinieron a buscar a la madre de Samparona, la encontraron pálida, ella explicó
lo sucedido, inmediatamente fueron al Mollepata, repicaron las campanas y el
pregonero anunció que el Chucushbal el río se ha tragado a Samparona y su hijo,
llamando a todo el pueblo a dirigirse directamente al río llevando herramientas
para rescatarlos.
Todo el pueblo acudió, el
mas viejo, dijo que había que derrumbar el cerro a la altura de la convergencia
del Río Pampas y Río Conchucos para que seque el agua y pueda rescatarse del
remolino a Samparona y su Hijo. Así se hizo, como bizcachas los jóvenes
treparon el Uripi y lo desbarrancaron, se represó el agua, pero donde quedaba
el remolino no había ni un alma; la madre decía que la corriente no la había
arrastrado a su hija.
Una vez que el río se
embalsó, la presión del agua rompió el cúmulo de tierra amontada y se vino una
avalancha de barro, desapareciendo el fundo Chucushbal, el que quedó como una
inmensa playa.
El río Tablachaca, resulta
de la Unión del
Río Pampas y Río Conchucos. El Río Pampas tiene su nacimiento en el Nevado del
Pelagatos mas adelante convergen el Río Sarín y el Río La
Plata. El Río Pampas inmediatamente después
de su nacimiento, recibe el relave de las Minas de Pasto Bueno o Consuso, es un
río que tiene bastante mineral, las chacras que se riegan con esa agua quedan eriazas.
Al unirse al río Conchucos y formar el Tablachaca, automáticamente este queda
contaminado y con elevada presencia de cardenillo.
Samparona, ha logrado
sobrevivir en las aguas del Tablachaca, pero su cuerpo se ha deformado por la
acumulación de cardenillo, todo su esqueleto se ha forrado de metal y hasta
esta época sigue acumulándose metal en su cuerpo.
Al seguir adhiriéndose el
metal su cuerpo ha desarrollado proporciones gigantescas y deformes.
VI.
SAMPARONA
BUSCA AL NIÑO
La samparona y el Waymi,
habitan el río Tablachaca, pero hasta ahora no se encuentran.
Los padres y hermanas de
samparona la buscaron cuarenta días y cuarenta noches, pero no los encontraron.
Regresaron al pueblo, la
madre de samparona pensó para si misma: “la maldición de mamá se ha cumplido”.
Recordó las palabras de su madre: “Con tus hijos lo pagarás”. Le lectura era
simple, ella abandonó a su madre, según sus cálculos, para siempre. Ahora, su
hija, su querida Samanta, la abandonaba, posiblemente para siempre.
La madre se samparona se
reunió con Waymi y sus hijas y les planteó regresar a su pueblo para recibir el
perdón de mamá y romper la maldición, la cual a todas luces alcanzaba a todas
las hijas. Al sétimo día de la conversación, la casa que habitaban quedó
desolada por 28 días, a la luna regresaron y desde entonces esperaron el
regreso de Samanta.
Los habitantes de la Rinconada que está en la
parte baja de Lacabamba, los de Chucushbal, San Gregorio, Hualango, El Molino,
Pampanegra, Shullugomo, Targuibal, cuentan que desde que despareció el Waymi, por
las noches se escucha el quejumbroso llanto de la samparona a lo largo de la
cuenca del río Tablachaca, clarito se escucha: Waymy, Waymy, Waymi, Waymycha…….
Hasta tres personas han
contado que la han visto a la samparona, mide unos 5 metros de alto, es
corpulenta y lo que mas destaca son sus protuberantes senos, que seguramente
están llenos de leche y son de fierro, camina de modo torpe y a grandes pasos.
En las lúgubres noches, ante
el llanto de una niña o niño a veinte km a la redonda del remolino de
Chucushbal, la Samparona
acude inmediatamente y si el infante está solo, la amamanta con sus tetas de
fierro.
El terror ha invadido toda
la cuenca del Tablachaca, desde hace muchos años, nadie habita las orillas del
río, ahora están abandonadas las viviendas de la Rinconada , Chucushbal,
San Gregorio, Targuibal, Hualango y Shullugomo, solo en Pampanegra hay
vivientes, pero han tenido que construir su casa lejos del río. Cada vez va
menos gente a las aguas calientes y quienes lo hacen van de día y no llevan
niños.
La madre de Samanta murió
de soledad, luego de obtener el perdón de su madre, aseguró que la fatalidad no
azotará a sus demás hijas, sin embargo la pérdida de Samanta y el Waymi, nunca
los superó. Antes de morir derramó sus maldiciones contra el shamunque.
El padre de Samanta, vivió
pocos años, la pérdida de su mujer, de su hija y su nieto lo mataron.
Las hermanas de samanta,
vendieron las cabras y un día no amanecieron en el Pueblo.
Del shamunque no se sabe
nada, ni se quiere saber, solo se sabe, según cuentan, que los shamunques son
reveseros, traicioneros y son runas.
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